Silencio. Ronquido monótono, mecánico y fuerte. Vibración.
Huele a combustible, a vómito. Sigo atado. Sigo tabicado.
Apenas escucho. Creo que es un sollozo y atrás, una puteada.
Un nuevo sonido mecánico rasga la multiplicidad espesa de sensaciones.
Siento frío. Mi cuerpo tiembla, siento que me desarmo. Estoy desnudo.
El ronquido se torna ensordecedor e invade, junto con el viento,
el lugar en el que me encuentro.
La voz de siempre, me habla al oído. Habla, pero hace rato que no la escucho.
Se que trata de herirme, de hundirme más, de alejarme unos centímetros más de la
vida. Le sonrío. Sé que me odia.
Me levantan por las axilas. Mis piernas se acalambran. El piso está helado y húmedo. Es metálico. Tropiezo. Es un cuerpo. No se mueve. Me vuelven a levantar.
“¡Saludos!”, escucho que la voz de siempre me grita. No entiendo. Ya no siento el piso.
Sigo atado, pero nada me sostiene, nada me sujeta.
Atrás se va extinguiendo el ronquido monótono. Mis oídos silban.
Atrás quedan las tardes en el fondo de la casa de Wilde.
Atrás queda mi vieja, llamándome para tomar la leche.
Atrás se quedan las reuniones dónde hablábamos a escondidas de Perón.
Atrás queda la foto del Che, eternamente sonriente. Los libros y los poemas
de Neruda que te gustaba que te leyera, Marcela.
Atrás quedaron otros compañeros y esa noche en la que todo salió mal.
Siento un golpe húmedo, un cachetazo de agua y dejo de sentir.
No me extrañes, volveré a besarte los pies con la espuma de la ola tímida
que acaricia la orilla del río, del mar.
No me extrañes, volveré, volveremos como una ola, que llega para quedarse,
para siempre, para no desaparecer, para ser millones,
para sólo volar con alas de verdad.
lunes, 28 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 alambre suelto que ya se desalambro:
Guauu Osoo! que lindo, un poco trsite pero lindo! beso te quiero
Publicar un comentario