lunes, 28 de junio de 2010
Olas
Huele a combustible, a vómito. Sigo atado. Sigo tabicado.
Apenas escucho. Creo que es un sollozo y atrás, una puteada.
Un nuevo sonido mecánico rasga la multiplicidad espesa de sensaciones.
Siento frío. Mi cuerpo tiembla, siento que me desarmo. Estoy desnudo.
El ronquido se torna ensordecedor e invade, junto con el viento,
el lugar en el que me encuentro.
La voz de siempre, me habla al oído. Habla, pero hace rato que no la escucho.
Se que trata de herirme, de hundirme más, de alejarme unos centímetros más de la
vida. Le sonrío. Sé que me odia.
Me levantan por las axilas. Mis piernas se acalambran. El piso está helado y húmedo. Es metálico. Tropiezo. Es un cuerpo. No se mueve. Me vuelven a levantar.
“¡Saludos!”, escucho que la voz de siempre me grita. No entiendo. Ya no siento el piso.
Sigo atado, pero nada me sostiene, nada me sujeta.
Atrás se va extinguiendo el ronquido monótono. Mis oídos silban.
Atrás quedan las tardes en el fondo de la casa de Wilde.
Atrás queda mi vieja, llamándome para tomar la leche.
Atrás se quedan las reuniones dónde hablábamos a escondidas de Perón.
Atrás queda la foto del Che, eternamente sonriente. Los libros y los poemas
de Neruda que te gustaba que te leyera, Marcela.
Atrás quedaron otros compañeros y esa noche en la que todo salió mal.
Siento un golpe húmedo, un cachetazo de agua y dejo de sentir.
No me extrañes, volveré a besarte los pies con la espuma de la ola tímida
que acaricia la orilla del río, del mar.
No me extrañes, volveré, volveremos como una ola, que llega para quedarse,
para siempre, para no desaparecer, para ser millones,
para sólo volar con alas de verdad.
viernes, 25 de junio de 2010
trastorno
Escribí para el proyecto de programa que más tarde quedaría sólo en el intento, escribí ficción a diferencia del típico poema melancólico que me caracteriza. No salió nada de otro mundo, pero rescato que escribí todo lo que sentía en mi cabeza. No puedo decir "soy tal personaje", en ese momento era todos. Por eso no podía dormir, claramente.
LaBebi
Siempre me consideré una persona afortunada. No sufrí ninguna pérdida extraña, salvo la muerte de mi loro Perico cuando yo tenía catorce años. Pero podemos no contarla, tres años de terapia me ayudaron a entender que no fue mi culpa. ¿Cómo iba a comprender a tan corta edad que los loros no respiran bajo agua? Sólo pretendía enseñarle a nadar.
Mis padres se separaron meses después de la muerte de Perico. Si quería una mascota debía ser trasladable. Así comencé a tener hamster. El primero me lo regaló mi tía Aurora. Cuando cumplí quince. Era tal el miedo que tenía a repetir el error que cometí con Perico que el pequeño animal a las dos semanas murió deshidratado. Cuando Famélico y Néctar llegaron a casa ya sabía como cuidar a estos roedores. Quizá la primer señal de Famélico fue comerse a Néctar, pero... el veterinario dijo que era algo normal en estos animales.
Cumplí veinticinco años, mi madre había muerto y con papá ya no hablaba. Hace varios meses había comenzado a trabajar vendiendo pañales. Desde la muerte de mamá mi tiempo quedó dividido, por un lado los pañales, por otro, el cuidado de Famélico. Creo que él es el único ser vivo con el que pude establecer una relación estable y sincera.
¿SE DA CUENTA? Solo estaba en el mundo ¡solo! Y usted, ahora… Pretende sacarme al único ser que le daba sentido a mi vida. ES INJUSTO! YO SÓLO...-
-¡Hernández! Cálmese y déjeme pasar-.
-¡No señor! Acá no pasa nadie espere a que termine con mi defensa.
Sí, los Wilkinson eran buenas personas, unos vecinos adorables. Su hija era el problema, desde primer día supe que esa nena sería un problema en mi vida. Pero volvamos a Famélico. El último año tuvimos varias visitas al veterinario debido a su abrupto crecimiento. Ya pesaba cuarenta kilos y medía noventa centímetros de largo y metro y algo de alto. Fue entonces cuando decidí hacer unos cambios. Dormiría afuera. Así fue, siempre me había gustado dormir mirando el cielo, no lo vivía como un sacrificio. Pero él no soportaba no estar cerca de mí y comenzó a dormir en el jardín.
El animal siguió creciendo y cuando dejo de pasar por las puertas quedo definitivamente viviendo afuera. ¿Ve los golpes del marco? Ese fue uno de los últimos intentos.
Ahí estuvo el problema, lo que molestó a los Wilkinson, decían que un roedor de ese tamaño era un peligro para todo el barrio y sobre todo para ellos. Que ya no recibían visitas por miedo a espantarlas y que ya ni ellos usaban la pileta por miedo al animal. No hice caso a sus reclamos, yo me había encargado de la educación de famélico y podía asegurar que era un buen animal. ¿Ellos podían asegurar lo mismo de su hija? Recuerde, ella entró a mi parque y sus intenciones no eran claras y hasta me animo a decir que no eran buenas. Ella provocó a famélico, seguramente el animal solo actuó en defensa propia. Si sus padres la querían tanto tendrían que haberle explicado una de las principales reglas de esta sociedad o mandarla a un buen colegio donde la eduquen como corresponde. (Levantando lentamente el tono de voz) Insisto ella entró a mi casa. Invadió mi propiedad. ¡No me digan que es inocente! Todo niño de cinco años conoce el concepto de propiedad privada ¿o acaso sus hijos no lo conocen? ¿No se lo enseñan sus maestras? ¿Cómo puede ser, un niño próximo a entrar a primaria sin conocer ese concepto fundamental para el desarrollo de su vida?
Si famélico no se la hubiese comido ella debería ir presa Sólo permitiré q se lleven al animal para extraer a la niña y pague su condena. Y si ella no puede pagarla q lo hagan sus padres por no educarla como corresponde. O su maestra. Sí señor! Su maestra! Esas q excusándose en la pedagogía cada vez enseñan menos a nuestros niños. ¡Marchen presas todas las maestras jardineras por inútiles!
Ella entró a mi casa sin permiso. Dígame. ¿Usted lo hubiera permitido? ¿Hubiera permitido que un extraño entre a su casa vaya a saber uno con que intenciones?
¡Contésteme!
-...-
Bueno, su respuesta no importa. De cualquier forma esta puerta permanecerá cerrada. No permitiré que se lleven a Famélico. Retírese sino me veré obligado a llamar a Greenpece, A la sociedad protectora de animales, a la ONU si es necesario!!!
Famélico venga mi chiquito, no voy a permitir que le hagan nada…
-Basta de lata Hernández si no habré a la cuenta de tres me veré obligado a entrar por la fuerza –
-¡Venga Famélico! Ahí esta... nova a pasar nada.
-uno... -
-¡Famélico! Noooo!!!!-
-dos... -
-...-
-Tres, voy entrar!-
El comisario Pacheco toma carrera, golpea la puerta y logra entrar. De las paredes que daban al jardín de la casa sólo quedan los escombros. Busca a Hernández con la mirada, sólo ve al extraño animal q lo mira con sus brillantes ojos .
-Hernández...
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miércoles, 23 de junio de 2010
El gesto: Borrador que quiere ser más.
La primera reacción que me invadió, simple y primitiva, fue protegerlos, dejar que la fragilidad de ambos sea consentida y contenida; la consecuencia necesaria del esfuerzo de la madre y la indefensión extrema del niñito. Uno adopta en segundos, una actitud firme, serena, ¿madura?; en la que intenta disponer, en forma rápida, de lo esencial, ahora creo que lo natural, que es un refugio, una protección. Aunque a uno lo espera una habitación, una cama, el calor que ya no proporciona el fuego ni las pieles, pero que en esencia sea un reparo. Ya habían pasado las abuelas y sus lagrimas en la ventana, la vidriera, donde uno estrena la vida de su hijo ante los ansiosos; era ya, un recuerdo casi lejano, el record de velocidad batido por el padrino del niñito, con el aplomo y la frialdad de un profesional, para llegar a la clínica. Se hizo un silencio hermoso, las penumbras invadieron con betas luminosas la habitación, otorgándole un aspecto atigrado, entre la luz y la oscuridad, que me permitía observarlos, pero los invitaba a rendirse de una vez, y descansar. Me acerque a la cama, los dos dormían; ella había insistido en que se lo dejaran, que no lo pusieran en la cuna que se había dispuesto para el. La enfermera primero utilizo el manual para intentar convencerla, pero en un gesto cómplice, permitió que la naturaleza hiciera su voluntad, a través de lo que la madre y mi hijo necesitaran, para estar a gusto. Los observé, placidamente dormían, parecían dos piezas de un rompecabezas que nunca se había armado, pero que encastraban a la perfección; el cuerpo de la madre protegía al niño, lo rodeaba, sin riesgo de aplastarlo y casi, esta fue mi percepción, ponía al alcance de su boca, su pecho rebosante y tibio.
Hasta aquí, yo había acompañado a la madre de mi hijo desde la noticia del embarazo, hasta el trabajo de parto y el nacimiento; formaba parte de un plan armado y organizado, en el que era la mano derecha, y el guardián, el cazador y recolector, su techo; cuidaba a la de la madre y a mi hijo, que desplazaba su humanidad diminuta en su mundo cálido y líquido, pero desde mi percepción, solo un espectador. Tomé valor; en segundos se transformo en seguridad, y cuidadosamente levante el cuerpo de mi hijo. Me detuve un instante. Sentí su peso efímero en mis manos y continúe hasta colocarlo contra mi pecho. Abrió los ojos, no tengo muy claro, en realidad, si esto es posible, o si fue un segundo en el que la media luz de la habitación jugó conmigo, pero definitivamente, su tranquilidad me sorprendió.
Con lentitud, suavemente me senté en un sillón que había en la pieza. Toda su potencialidad de hombre, se alojaba en un cuerpo frágil, perfecto, pero frágil. Descubrí su cabeza, llevaba un gorro de gasa y me pareció que hacia calor; en fin, lo descubrí, arregle la pelusa desordenada que cubría su cabeza, y sentí su olor. Si, lo olfateé, y en ese instante, con esa chispa irracional, natural, animal y primitiva, inauguramos nuestra relación. El, era mi hijo. Para siempre.
Su aroma entro por mi nariz junto a otras sensaciones; invadió sus recodos y llego hasta la boca. Era calido y único, distinto a cualquier otro, ineludible, complejo y deleitoso, por un momento me resulto dulce; llego hasta mi cabeza y ahí se quedo, ocupándolo todo, con la amabilidad con la que el perfume del pan recién horneado, se apodera de la casa, transmitiendo la sensación, en el alma, de que todo esta bien.
Con las primeras luces de la mañana, llegó un sin fin de especialistas y especialistas en variaciones de las especialidades. Científicos en exceso, distantes, alienados del momento que uno estaba viviendo, desplegaron su parafernalia y preguntaron a destajo. Revisaron a la madre con el poco cuidado, que provoca la repetición de una tarea, de una rutina.
En un exceso de confianza, sin consultarnos, levantaron al niño del costado de la madre para oscultarlo, logrando, por primera vez que llorara. Todas las células de mi cuerpo se pusieron alertas, se que visto a la distancia parece excesivo, pero la única forma de explicar lo que sentí, se traduce en violencia, total, irracional, absoluta. La madre, recorrida por las mismas sensaciones, nuevas, extremas, profundísimas, me miraba y al mismo tiempo me suplicaba calma y reacción, sensaciones contradictorias que provoca el mundo, que es el hijo, que uno hace y trae al mundo.
Por fin, la enfermera, nuestro nexo entre la humanidad y la ciencia, veterana de miles de partos y con el color en la piel y la fuga, ligeramente almendrada en los ojos, propia de los que, sin papel alguno, heredaron la tierra, con tono firme, ancestral, terroso y matriarcal, sentenció el final de la visita, con la única razón que detiene todo, el argumento que se hace síntesis inapelable: la madre tiene que darle el pecho al niño.
Por esos deslices que tiene la naturaleza, con los que nos demuestra que incluso ante el hecho consumado de haber creado vida, seguimos sin manejar ni decidir, sobre aspectos concretos y cotidianos que la involucran y casi en un golpe bajo para nuestra falta de experiencia, el niñito, pequeño y esmirriado, que necesitaba ganar peso, o por lo menos, recuperar el que había perdido desde el nacimiento, se negaba a aceptar el banquete redondeado que la madre le ofrecía. Volvieron los especialistas y su parafernalia, con miles de soluciones posibles y alternativas que fracasaban en la voluntad salvaje del niño. Una vez mas, fue la enfermera, que desde la paz que otorgan los años y la interpretación magnifica de los gestos iniciales y rudimentarios de miles de cachorros de humano; que como madre de miles de madres primerizas, sabe lo que siente una madre, transformó la angustia en una simple y maravillosa respuesta.
Corrió las cortinas de la habitación, hasta que las penumbras la ganaron casi por completo; me pidió que salga. Con calma y docilidad, con las que encierran estas cuestiones simples, pero complejas, le dijo a la madre:
El nene tiene que sentirte como te sentía cuando estaba adentro; se siente perdido, te tiene que reencontrar, ¿entendes? Sacate el camisón y ponete cómoda, saca de tu cabeza todo lo que no sea el y tu teta. Yo te lo traigo.
El niñito se recostó sobre el pecho de su madre, de bruces, como un peregrino que llega a su meca Láctea; repartió su cuerpo sobre el de su madre, y guiado por el instinto que todavía los maneja, por el norte, que es latido vivo, corazón, en los mapas invisibles y de memoria que trazaron de su madre en el curanto amable de sus entrañas, se acercó al pecho, a la bienvenida del pezón, que con la ayuda de la madre entro en su boca y, aunque el no lo supiera, se transformaría en su primera verdad.
Con los años, cuando esta travesía hasta la caricia del contorno de los pechos de su madre, ni siquiera fuera un recuerdo, se transformaría en sensación maravillosa, en mayéutica inexplicable, cuando los vuelva a acariciar.
La enfermera me invito a pasar; me aconsejó, sin emitir palabra alguna, que no interrumpiera ese momento, que fuera testigo, pero no invasor. Fue alegría, sin duda, lo que sentí; el nerviosismo se había transformado en tranquilidad, en una meta alcanzada, en la necesidad de dar, de darle a tu hijo todo.
Me deslicé en la habitación como un monaguillo que llega tarde a misa; ocupé el extremo contrario de la cama, mientras mis ojos se acostumbraban a la penumbra y a ellos dos, unidos, en un trance lácteo e íntimo, de amor, sin dudas es eso. Creo no poder explicar con exactitud, la totalidad, en esencia y forma, de esta etapa nueva, donde el vientre materno y su seguridad quedaron atrás y el exterior es un desafío, para los dos.
Juntos, la madre y el hijo, dan forma y entidad a su primer contacto ritual; a una nueva alianza o pacto, que se repetirá a lo largo de la vida de ambos; que adoptará formas y hará propios lugares y momentos, hasta transformarse en institución, en llamada irreconocible; en perfumes, en sabores, en momentos del día, de la semana, del año, de la vida. Dar de comer, alimentar, satisfacer una necesidad básica, que desde el pecho materno, adquiere un significado superior, complejo, se transforma en lenguaje, en gesto fundamental.
Fundamental, porque al ser la primera necesidad a satisfacer, y superar a la propia instancia de la necesidad, por establecer, por fundar, en forma sistemática, la relación de la madre con el hijo en un contexto diferente, exterior, de contacto, adquiere el valor de una exteriorización carnal, a través del pecho materno, de todo aquello que la madre quiere dar, y que el contexto cercano respetará, protegerá y fomentará. Dar de comer, alimentar al otro, se transforma así en un contacto, el primer contacto, con el exterior, pero también con nuestro grupo de pertenencia; con nuestra madre y su mundo; con la vida.
Casi sin darnos cuenta, este gesto se repite con cotidianeidad. El hombre en su evolución, lo ha transformado, lo ha metodizado, lo ha hecho más complejo. Lo ha convertido en una instancia sacra, le ha restado importancia o valor; lo transformó en ciencia y disciplina, en arte y sofisticación. Lo sierto es que comer y dar de comer, responden a llamadas, si naturales, pero también sociales, y sobre todo, al llamado polvoriento, gutural, de dar, más allá de comida, calor humano, protección, vida, amor.
miércoles, 16 de junio de 2010
El atajo
Hoy la noche me cierra tus puertas,
Desdibujando tu imagen detrás de las nubes,
Y las palabras se agotan en mi desvarío,
Pretendiendo alejar tú recuerdo
Como si no tuviesen remedio alguno.
Hoy el poema se perdió en tu laberinto.
II
Salgo a buscar
Lo que se esconde detrás del viento,
Aquello que late bajo la tierra;
Ese anhelo del tiempo que pocos reclaman.
III
Alguien me confió un secreto:
Si sembramos fe,
Cosecharemos credo.
Se lo cuento a ella,
Y a los que voy cruzando por los parques
Han cerrado mis puertas –me dice al oído-
Pero las ventanas permanecen abiertas.
lunes, 7 de junio de 2010
7 de junio
sábado, 5 de junio de 2010
Apuntes del viajero y otras tribulaciones
Es en esta esencia de tintas y letras, de papeles, cuadernos, esquelas y silencios donde nace el arrebato, el boxeo de la mente y la idea pura, sin censura ni atajo, el trabajo de ordenar en oraciones lo incomprensible, lo inflexible, lo absurdo, lo aburridamente cotidiano, la exuberancia de la alegría, la inteligencia ruin de la mentira, el martillar continuo de la tristeza, del recuerdo vivo, de la ausencia de postdatas, de la eterna despedida. La pregunta impía que se repite sin signos de pregunta, que sola se aviva y perdura; cuándo, por qué, para qué, a dónde,……….las que te acosan cuando estas vivo, las de siempre, sólo si estas vivo.
viernes, 4 de junio de 2010
Persuadir

Persuadir
El silencio es la soberbia de la oscuridad.
Si alguien lee este verso es probable que muera.
Si lee este otro, también.
El orden de mis versos no altera la muerte
La palabra es la resistencia de la luz.
Si alguien lee este verso es probable que este vivo.
Si lee este otro, también.
El orden de mis versos no altera la vida.
El tiempo es el karma de la humanidad.
Si alguien lee este verso es probable que todavía sea humano.
Si lee este otro, también.
El orden de mis versos no altera el tiempo.
Mientras nada lo alteren,
Mis versos seguirán siendo egoístas.
miércoles, 2 de junio de 2010
Siesta I

Indisoluble,
Tensión que raspa en la plenitud geométrica de los sueños oblicuos,
Cual niño inhibido al descubrir el sabor severo de la sangre
Las torcazas planean vuelos agudos,
Efímeros simulacros de suicidios.
Escenarios:
Circos microcéntricos de cables entrecruzados sin redes de protección.
Acontece un día otro y un palomo gordo mira de soslayo las migajas
Que el inquilino arroja al zócalo sucio de la piedad de su ventana de la tarde.
Se acentúa una siesta de temporal; quizás la ultima.
Transpiran las cosas ordinarias de la habitación blanca,
Mientras,
La bruma busca con ahínco sus perfiles oscuros en la tarde-sombra.
La violencia del otoño en la ciudad
[Tampoco reniega de la hora de la siesta.
*Siesta: fenómeno no meteorológico aunque si natural que solía gestarse en un sin fin de puntos “X” del espacio-mundo, conformando logias e intersecciones de aromas y piques de sonidos vagos. Dicho acontecimiento da lugar a las sombras, y es en las mismas, donde se practican ambivalentes silbidos, desde tangos y milongas hasta zambas y candombes, en los cuales se rozan feroces los vahos y lloran los recuerdos, los faroles y las grutas. Sin embargo, los niños en dicho momento, prefieren jugar canciones, arrojar piedras a los ríos forzando brincos que no salpiquen bruscamente, trepar ombúes o desterrar lombrices. Para los niños, la siesta y la muerte no son más que cosas de adultos.
Hagámonos Cargo.
Hagámonos cargo de las realidades que dia a dia nos cruzamos. No permanezcamos ajenos de lo que pasa en el mundo. No seamos pobres espectadores de un teatro cruel como esta sociedad. Que representa, a la vez, lo bueno y lo malo de cada uno.
Comprometámonos a leer y saber antes de opinar. No nos comamos el discurso de aquellos que quieren vendernos ideas, conceptos, que solo benefician a una élite de esta sociedad.
Asumamos nuestra incoherencia y vayamos para adelante...
Ayer me sorprendí por TV mirando los argumentos de la gente en contra de algo que deberia ser igual para todos: el matrimonio. Este individuo, con todo su derecho, se expresaba en contra, específicamente, del matrimonio entre personas de igual sexo. Los argumentos que exponía eran algunos como, "quien les da derecho de casarse y querer tener hijos", que "si todos fuésemos homosexuales, el no existiría y el quiere seguir existiendo", que la homosexualidad es algo de estos últimos tiempos y no tenemos porque cambiar nosotros si es algo nuevo".
Todos estos conceptos, erróneos, mal fundados y por sobre todas las cosas, provenientes de alguien que mamó estas cosas de la sociedad en que vivimos, pueden refutarse con simpleza.
La ley que se esta tratando estos últimos meses en el Congreso, las comisiones y próximamente, el Senado, es una ley que permitiría a los homosexuales (gays, lesbianas, travestis y transexuales) tener el mismo derecho que los heterosexuales a casarse.
¿Porque quieren esto? Se pregunta mucha gente. "¿No les alcanza con expresar su amor y quererse, que ahora se quieren casar también?"
La respuesta es simple: NO. No les "alcanza" porque ellos son ciudadanos como cualquiera y merecen los mismos derechos. Porque expresan el mismo amor que cualquier heterosexual.
El casamiento le da un marco jurídico a la relación que tienen 2 personas, contrayendo desde ese momento una serie de derechos y obligaciones entre las partes.
Hay que dejar en claro que esta ley lo que MODIFICA es el CASAMIENTO no la ADOPCIÓN.
Un gay, como soltero, o una lesbiana, por inseminación u otro método, puede tener hijos. Pero la pareja de estos no tienen derechos sobre el hijo que ambos quisieron, esperaron y anhelaron.
En el caso de una pareja gay, si uno de ellos muere, el otro no tiene NINGÚN derecho sobre los bienes del otro,y si el que fallece era, en definitiva, el que figuraba como adoptante de los niños, el otro padre/madre no tiene derecho sobre estos niños, quedando estos en custodia de alguien que NO los crió.
No pueden tampoco firmar el boletín de calificaciones de sus hijos, o retirarlos si sienten mal.
Es justo?
Creo que estamos en un momento en que debemos decidir que queremos ser como sociedad.
Si retrógrados y discriminadores, o abiertos a la diversidad.
Yo digo: NO DISCRIMINEMOS...